1. Programar diariamente nuestro tiempo. Escribir el día antes los resultados concretos que deseamos alcanzar en la próxima jornada.
2. Establecer objetivos y priorizar nuestras actividades. Seleccionar los asuntos que nos aporten el máximo resultado.
3. Poner nuestra máxima atención en las tareas importantes. Hacer las tareas propias de nuestra función.
4. Diferenciar las actividades urgentes de las importantes.
5. Aprender a decir no a tareas no críticas.
6. Agrupar las actividades similares que nos permitan ahorrar tiempo.
7. Aprender a manejar eficazmente las interrupciones.
8. Eliminar los hábitos poco eficaces. No preparar reuniones, alargarlas innecesariamente, atender a los colaboradores en cualquier momento y con asunto de escasa importancia, recibir visitas no previstas, etc.
9. Delegar eficazmente.
10. Dedicar unos minutos al día para la reflexión y el análisis.
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